Los Dos Alpinistas.
Habrán oído ustedes alguna vez que para poder ser ¨productivos¨ en algo, debemos dejar fuera del lugar en que estamos todos los pensamientos que arrastran problemas emocionales y sociales para que nos nos perturben en lo que hacemos. Es decir, tirar la carga que acongoja, para poder trabajar con más concentración. Al respecto, decía Hume: ¨Los sentimientos de nuestro corazón, la agitación de nuestras pasiones, la intensidad de nuestros sentimientos debilitan sus conclusiones y reducen al filósofo profundo a un mero plebeyo.¨
Pero ¿Será así realmente? ¿Es posible despojarse del traje emocional que se teje en nuestros cuerpos con cada situación? o por el contrario, ¿Deberíamos andar con él pues es parte de lo que somos y vivimos y es más una cuestión de aprender a enfrentar cada cosa en su tiempo y espacio? en otras palabras, ¿Puedo realmente arrancar de mi cabeza los pensamientos que me perturban y pesan o debo en vez de ¨dejarlos fuera¨ re-dirigirlos hacia otros más agradables una vez los haya compartido? Parece muy razonable la idea de abandonar lo que pesa para aligerar la carga y sentirnos mejor, ¨más seguros¨, como lo hacen en los globos aerostáticos o los botes si están muy pesados.
Empero, lo racional y lo emocional no siempre andan de la mano. ¨Si la razón hace al hombre, el sentimiento lo conduce¨ nos recordará Rousseau.
Me gustaría compartir con ustedes algo que creo se enmarca en este dilema y que tal vez nos ayude a dilucidarlo mejor.
Pero ¿Será así realmente? ¿Es posible despojarse del traje emocional que se teje en nuestros cuerpos con cada situación? o por el contrario, ¿Deberíamos andar con él pues es parte de lo que somos y vivimos y es más una cuestión de aprender a enfrentar cada cosa en su tiempo y espacio? en otras palabras, ¿Puedo realmente arrancar de mi cabeza los pensamientos que me perturban y pesan o debo en vez de ¨dejarlos fuera¨ re-dirigirlos hacia otros más agradables una vez los haya compartido? Parece muy razonable la idea de abandonar lo que pesa para aligerar la carga y sentirnos mejor, ¨más seguros¨, como lo hacen en los globos aerostáticos o los botes si están muy pesados.
Empero, lo racional y lo emocional no siempre andan de la mano. ¨Si la razón hace al hombre, el sentimiento lo conduce¨ nos recordará Rousseau.
Me gustaría compartir con ustedes algo que creo se enmarca en este dilema y que tal vez nos ayude a dilucidarlo mejor.
Una vez mi abuelo me contó una historia sobre dos alpinistas. Uno era muy ambicioso y despistado y se enfocaba más en lo que decían los demás de él y de cómo lo veían. Por eso, la opinión pública tenía tanta influencia sobre su actuar.
El otro, meditaba cada cosa que hacía y trataba de aprender de los errores, sin importarle lo que los demás dijeran de él. Vivía con entusiasmo, luchando por lograr las metas establecidas. Un día, se se enteraron ambos de un concurso de alpinismo para ver quien era el mejor en la zona y ambos participaron junto a otros interesados. El ganador, debería escalar el pico más alto y luego bajar por el otro lado hasta la meta. Era la más difícil travesía a la que se enfrentaban, pues aunque conocían el lugar, las constantes tormentas cambiaban el escenario conocido.
Ambos entrenaron duro para ganar. Cada uno a su manera. desafortunadamente, cuando llegó el día, el clima no era favorable. Muchos desistieron, y solo unos cuantos decidieron seguir a pesar de las advertencias.
Poco a poco, los competidores iban quedando detrás. A unos los arrastraba el viento, a otros les ganaba el cansancio pero a nuestros dos alpinistas parecía no detenerlos nada. Al pasar el tiempo, seguían los dos sin dejar espacio al otro para sacar ventaja. En el último tramo empinado, el ambicioso, queriendo ganar ventaja se quita el equipo que llevaba y se expone al frío intenso sin las herramientas que le parecían pesadas, pero necesarias para las vicisitudes del camino. Al verlo, el precavido intentó prevenirlo de tal locura pero en vano, pues éste se lanzaba ya hacia adelante mientras terminaba de subir la colina, perdiéndose entre las frías ráfagas del viento y la sensación de la ventaja que marcaba una sonrisa en su boca.
El precavido no se inmutó. se aferró a su carga y terminó de subir con gran esfuerzo. Un tiempo después, mientras descendía en dirección a la meta, se acercó a un risco, para el que era necesario usar sus herramientas en un salto estratégico. Sacó de su equipo lo necesario y se dispuso a ejecutar la maniobra luego de haber lanzado primero su carga al otro lado. De repente, mientras se aferraba a la fría pared, notó a su compañero en el fondo de la fosa.
Se acongojó por unos instantes y luego continúo su travesía hasta llegar a la meta. Luego de dar aviso, rescataron el cuerpo sin carga, y sin vida.
Escriba usted la moraleja...
El otro, meditaba cada cosa que hacía y trataba de aprender de los errores, sin importarle lo que los demás dijeran de él. Vivía con entusiasmo, luchando por lograr las metas establecidas. Un día, se se enteraron ambos de un concurso de alpinismo para ver quien era el mejor en la zona y ambos participaron junto a otros interesados. El ganador, debería escalar el pico más alto y luego bajar por el otro lado hasta la meta. Era la más difícil travesía a la que se enfrentaban, pues aunque conocían el lugar, las constantes tormentas cambiaban el escenario conocido.
Ambos entrenaron duro para ganar. Cada uno a su manera. desafortunadamente, cuando llegó el día, el clima no era favorable. Muchos desistieron, y solo unos cuantos decidieron seguir a pesar de las advertencias.
Poco a poco, los competidores iban quedando detrás. A unos los arrastraba el viento, a otros les ganaba el cansancio pero a nuestros dos alpinistas parecía no detenerlos nada. Al pasar el tiempo, seguían los dos sin dejar espacio al otro para sacar ventaja. En el último tramo empinado, el ambicioso, queriendo ganar ventaja se quita el equipo que llevaba y se expone al frío intenso sin las herramientas que le parecían pesadas, pero necesarias para las vicisitudes del camino. Al verlo, el precavido intentó prevenirlo de tal locura pero en vano, pues éste se lanzaba ya hacia adelante mientras terminaba de subir la colina, perdiéndose entre las frías ráfagas del viento y la sensación de la ventaja que marcaba una sonrisa en su boca.
El precavido no se inmutó. se aferró a su carga y terminó de subir con gran esfuerzo. Un tiempo después, mientras descendía en dirección a la meta, se acercó a un risco, para el que era necesario usar sus herramientas en un salto estratégico. Sacó de su equipo lo necesario y se dispuso a ejecutar la maniobra luego de haber lanzado primero su carga al otro lado. De repente, mientras se aferraba a la fría pared, notó a su compañero en el fondo de la fosa.
Se acongojó por unos instantes y luego continúo su travesía hasta llegar a la meta. Luego de dar aviso, rescataron el cuerpo sin carga, y sin vida.
Escriba usted la moraleja...
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